El arco y las guerras medievales

Batalla de Hastings. La flecha que acabó con un rey

En el año 407 de nuestra era, los últimos contingentes del ejercito romano abandonan para siempre las islas británicas, dejando a sus habitantes, los britanos romanizados a merced de invasores que no tardarían en hacer su aparición. Pueblos de origen germánico, como los anglos y los sajones, o pueblos de origen nórdico, como los noruegos y daneses no tardaron en llegar desde el continente para adueñarse de aquellas tierras. Además de ellos, desde el norte de la isla, los pictos, últimos pueblos célticos puros de la isla, conocedores de la debilidad de los britanos, también incursionaron para ampliar sus dominios.

Los romanos, desbordados, abandonan Britania.

Estas invasiones, ocasionaron una larga serie de batallas, alianzas y mezclas de pueblos que fueron conformando lentamente la llamada heptarquia, una serie de reinos de fuerzas y fronteras variables, siendo estos Mercia, Northumbria, Sussex, Essex, Anglia oriental, Gales del Sur y Wessex, acabando éste último por prevalecer sobre los demás, estableciendo una dinastía de reyes sajones la cual, a pesar de verse interrumpida brevemente, aunque por dos veces, por dinastías danesas, siempre se restauró. El último de sus reyes legítimos fue Eduardo «El Confesor», el cual a pesar de haber sido casado, vivió célibe por un antiguo voto de castidad y murió sin descendencia.

Esta circunstancia desencadenó la disputa por el trono, reclamado por tres pretendientes: El duque Guillermo de Normandía, primo del difunto rey, que había recibido la promesa de heredar su reino; Harold, conde de Wessex y cuñado del rey y por último Tostig, hermano de Harold y Conde de Northumbria, que buscó ayuda en el rey de Dinamarca y Noruega, Harald Hardaada, el cual planificaba ganar el reino para si mismo tras apoyar a Tostig.

 

Harold se hizo coronar rey, como Harold II de Inglaterra, pero ahora debía afrontar dos invasiones más que seguras que vendrían por el Norte a manos de los nórdicos de Harald Hardraada que apoyaban la causa de su hermano Tostig y por el Sur la del Guillermo de Normandía. El poderoso ejército anglosajón se encaminó hacia el Norte a enfrentarse al ejercito vikingo como amenaza más inmediata, al cual derrotó en la batalla de Stamford Bridge el 25 de Septiembre de 1066, muriendo el propio rey Harald Hardraada en el combate al igual que el pretendiente Tostig. Los pocos supervivientes del bando perdedor vieron como mal menor unirse a las huestes del rey Harold II, el cual se encaminó en una marcha forzada hacia el Sur, para hacer frente a la nueva amenaza que llegaba del continente, las tropas normandas de Guillermo.

Un Berserker vikingo defiende en solitario el puente de Stamford

 

Hastings, la batalla decisiva

La sucesión de acontecimientos relativos a los preparativos, batalla y resolución de la invasión y conquista normanda están plasmados en el famoso Tapiz de Bayeux , el cual está considerado como la obra textil más importante del mundo medieval. El Tapiz de la reina Matilde o de Bayeux narra la conquista de Inglaterra en 1066 por las tropas normandas del duque Guillermo «el bastardo», que se llamaría por esta hazaña Guillermo «el conquistador».

Las fuerzas normandas, algo menos de diez mil efectivos, acudían a tan arriesgada invasión debido en gran parte a que el Papa le dio carácter de cruzada a petición del Duque Guillermo. A pesar de que ambos ejércitos eran cristianos, en vida de Eduardo el confesor, el ahora regente Harold II había jurado lealtad al pretendiente Guillermo y la falta a ese juramento fue considerada una herejía que debía ser castigada.

Cruzaron el Canal de la Mancha en barcos cargados de provisiones, material de guerra, hombres y gran cantidad de caballos, y aunque muchas naves se perdieron por naufragios o desembarcos en zonas equivocadas, la mayoría arribaron a Pevensey el 28 de Septiembre.

Posteriormente, sus tropas se dirigieron al norte hasta Hastings, en el camino de Londres, donde decidió acampar. Se construyó entonces un fuerte de madera de gran tamaño como base para las tropas hecha con materiales portátiles traídos desde Normandía en piezas. Guillermo empezó inmediatamente a saquear todos los pueblos y aldeas cercanas en busca de información, alimentos, forraje y llamar la atención de su rival.

La noticia del desembarco normando llega a oídos de Harold el 1 de octubre cuando este celebraba su victoria sobre los noruegos, de inmediato volvió a toda velocidad al sur reclutando hombres en el camino.

Hasta reunir probablemente cerca de 6.000 o 7.000 hombres, alcanzando Londres el día 11. A partir de ahí avanzó

por el camino que unía Hastings con Londres, con

el fin de bloquear la previsible marcha normanda sobre la capital del reino.

Cuando el 14 de Octubre de 1066 los ejércitos se encontraron, el anglosajón estaba situado en lo alto de una colina, formando la «pared de escudos» típica que resultaba casi infranqueable para tropas enemigas. Tras unas primeras andanadas de flechas lanzadas sobre las filas sajonas, la primera embestida de la infantería normanda fue rechazada, así como las sucesivas de caballería. Los sajones empezaban a creer en la victoria y, en su exceso de confianza, empezaron a abandonar sus apretadas formaciones para perseguir a contingentes enemigos que huían. El Duque Guillermo mandó a su

caballería y los indisciplinados sajones fueron presa fácil. Esta táctica se repitió en repetidas ocasiones, causando muchas bajas entre las fuerzas sajonas, que cada vez se veían forzadas a reagruparse para mantener cohesionada la defensa. Las andanadas de flechas lanzadas por arqueros y ballesteros normandos seguían ablandando las filas sajonas, abriendo brechas que eran aprovechadas por la caballería enemiga para hacer estragos.

El rey Harold se encontraba en pleno combate, rodeado de sus mejores tropas cuando el destino quiso que una flecha atravesase su cabeza entrando por un ojo, derribándole de su caballo y acabando con su vida. Aunque sus incondicionales murieron defendiendo su cadáver, la mayor parte del ejercito huyó, siendo perseguido implacablemente por la caballería normanda. El trono de Inglaterra era ahora normando y Guillermo, su nuevo dueño se portó como un caballero no aceptando el rescate de la madre de Harold que había ofrecido el peso del cuerpo de su hijo en oro. El cadáver fue entregado a su esposa, la reina Edith para que lo enterrase en tierra sagrada.

Y según cuenta las crónicas de la época, Guillermo fue coronado en Westminster entre grandes revueltas que fueron sofocadas con gran derramamiento de sangre y con poblaciones enteras incendiadas, consumidas por las llamas que anticipaban su entrada en los infiernos.En la Navidad de 1066 Guillermo fue coronado Rey de Inglaterra en la Abadía de Westminster.

Tapiz de Bayeux Tapestry escena 55 Campo de batallas de William Hastings

Más infromación:

La Batalla de Hastings

 

Batalla de Crecy.

Los ingleses esperaban al ejército francés en una colina cercana a esa localidad. Era una hermosa mañana del mes de agosto de 1346.
Los franceses aparecieron pasado el mediodía y se produjo una gran carnicería entre las tropas. Los ingleses atacaron coordinando la carga de caballería con sus expertos arqueros armados de arcos largos. Vencieron a los ballesteros suizos que luchaban con el rey de Francia. Los suizos sufrieron el inconveniente de que las cuerdas de sus ballestas se mojaron en una tormenta pasada y perdieron elasticidad. Los caballeros ingleses desmontaron de sus cabalgaduras y a pesar de sus armaduras lucharon junto al cuerpo de arqueros y obtuvieron una resonante victoria sobre el ejército Francés.
En esta batalla, como nos relata Carl Grimberg en su Historia Universal, recibió su bautismo de fuego el príncipe de Gales, conocido como el Caballero Negro por el color de su armadura. En el mismo campo de batalla el joven de 16 años fue armado caballero por su padre el Rey Eduardo III de Inglaterra.
El Rey de Francia huyó y se refugió en un castillo vecino.

El arco largo había probado su eficacia como arma. Y aún más importante era la experiencia que los ingleses habían adquirido a lo largo de estas guerras en lo que refiere a la combinación de armas diferentes. No obstante, cuando empezó la guerra de los Cien Años, Eduardo III buscó el apoyo de caballeros mercenarios y recurrió solo en última instancia a los arqueros cuando ya no pudo pagar los altos sueldos de los caballeros. Con las espectaculares victorias de Crécy y de Poitiers, ésto cambió y los arqueros pasaron a ser muy solicitados. Aunque el arco inglés no era una arma milagrosa. Se sabe que sus flechas podían penetrar cotas de malla en el siglo XIV. Pero con armaduras la cosa cambia. Claro que también había aquí grandes diferencias de calidad, y parece claro que un duque se protegía con algo mucho mejor que el último escudero de su escolta, que debía contentarse con los peores y más anticuados modelos de armadura. En un dibujo de la batalla de Mühldorf (1322) se pueden ver claramente las distintas armaduras, y también los cascos cónicos (barbute) que dejaban la cara sin protección.


Si, como ocurrió en Crécy, grupos de unos cientos caballeros atacaron constantemente una posición de 6.000 arqueros, que a su vez disparaban 12 veces al minuto sin casi nunca fallar el blanco, ¿Cómo pudieron estos caballeros penetrar en las líneas inglesas si las flechas eran tan mortales?. En la batalla de Poitiers la mayor parte de los franceses atacó a pie, y solamente dos grupos, cada uno de entre 200 y 250 hombres bajo el mando de Clermont y Audrehem, formaban la vanguardia de caballos acorazados. Los ingleses disponían de 2.000 arqueros y habían tomado posición detrás de unos setos impenetrables para la caballería. Sin embargo, algunos de los caballeros de Clermont consiguieron llegar hasta los setos, donde fueron frenados en un camino estrecho por los hombres de armas ingleses a pie. El otro grupo frances pasó por el ala izquierda de los ingleses. Una crónica inglesa relata: «La caballería francesa estaba bien protegida por placas de acero y gualdrapas de cuero, de modo que las flechas o bien se rompían o bien rebotaban hacia el cielo, cayendo tanto sobre amigos como enemigos.» Los arqueros solamente tenían algun éxito cuando los franceses ya habían pasado y podían disparar hacia los costados menos protegidos.

El historiador Jonathan Sumption, a quien estimamos como el mejor especialista de esta materia, concluye: «El arco largo, la clave en la mayoría de las victorias inglesas en el siglo XIV, tuvo (en Poitiers) un papel relativamente menor. Los arqueros fueron bastante eficientes contra el ataque inicial de la caballería francesa y durante la fase final, cuando los franceses fueron arrojados colina abajo de Audley y del Captal de Buch. Pero fueron mucho menos eficientes contra los hombres a pie que contra los caballos.»

En la descripción de la batalla de Auray (1364) Sumption es todavía más explícito: «A pesar de su gran número, los arqueros ingleses aportaron casi nada al éxito de la batalla. Las flechas nunca fueron tan eficientes contra los hombres a pie como contra los jinetes, cuyos caballos no llevaban armadura y se asustaban fácilmente. Los franceses también mejoraron poco a poco su manera de luchar a pie y aprendieron a protegerse mejor. Du Guesclin adelantó a sus hombres bien acorazados en densas filas bajo un techo de escudos. Froissart relata que los arqueros tiraban al suelo sus arcos, con los que no habían conseguido nada, y se lanzaban al combate.»


La importancia significante de los arqueros era táctica. En una unidad bien comandada, los arqueros forzaban al enemigo a renunciar a uno de sus medios bélicos más importantes: la carga de la caballería pesada. También a pie los caballeros, cada vez más acorazados, perdían mucha de su movilidad – y más de uno murió sin ninguna herida asfixiado a causa del calor en su armadura-. Ésta era la ventaja de los arqueros cuando entraban en la lucha cuerpo a cuerpo, donde tenían que enfrentarse a enemigos mucho mejor armados. Los atacaban con espadas, navajas largas y martillos, en vez de disparar con los arcos a corta distancia, lo que no hubiera representado ningún problema con un fusil. Así, se puede suponer que los caballeros en las armaduras estaban relativamente bien protegidos contra las flechas. Existen algunos relatos en donde se cuenta de las ejecuciones de arqueros que habían huido del enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Por todo ello no corresponde atender a las exageraciones que pretenden hacer creer que mataban a sus adversarios como a conejos. Disparar era tan sólo una parte de su tarea, después tenían que estar dispuestos a luchar y resistir como infantería ligera.

En gran parte, los arqueros ingleses también deben sus éxitos a la arrongancia de la nobleza francesa, que prefería lanzarse de inmediato sobre sus enemigos sin ninguna táctica o disciplina. Las batallas de Nájera (1367) y Aljubarrota (1385) demostraban que los castellano no lo hacían mejor. La sangrienta derrota de Nicópolis contra los turcos durante la Cruzada en 1396 también fue causada por la misma ignorancia. Para la nobleza no era fácil aceptar que la guerra había alcanzado tal complejidad que requería la colaboración entrenada de diversas armas. Cuando los franceses aprendieron esta lección, consiguieron en Formigny en 1450 tan sólo con dos cañones pequeños descolocar a los arqueros ingleses de sus seguras posiciones y atropellarlos con la caballería. Las bajas franceses se estiman entre 200 y 300 hombres, a pesar que enfrente tenían unos 3.000 arqueros y 800 hombres de armas a pie.

Aunque la guerra de los Cien Años fué el escenario principal para los arqueros ingleses, muchos de ellos buscaron su fortuna como mercenarios en otros conflictos, sobre todo cuando sus contratos acababan en los períodos de paz. En 1360, cuando Francia y Inglaterra pactaron una larga tregua, grandes grupos de mercenarios sin empleo se dirigieron a Italia, donde casi siempre encontraban una que otra guerra entre ciudades ricas. Pero en Italia ya no tenían que enfrentarse a la ignorante caballería francesa, sino a compañías de mercenarios profesionales. Por ello fueron rápidamente derrotados por la compañía “De la Estrella”. El cronista italiano Filippo Villani alaba de los ingleses sobre todo sus armaduras pesadas, que habían traído de Francia y que eran algo relativamente nuevo en Italia. Para asustar a sus enemigos, los sirvientes tenían que dar brillo a estas armaduras, lo que les valió el sobrenombre de «Compañía blanca». En cambio, en su relato acerca de los famosos arqueros cuenta: «Se experimentó que sus mejores asaltos los hacían de noche y robando, y que resistieron en la batalla. Pero su éxito se debía más a la cobardía de nuestra gente que a su propia bravura.»

También el poderoso duque de Borgoña Carlos el Temerario reclutaba arqueros ingleses a miles para sus guerras. No obstante, sus ejércitos fueron aplastados en Granson (1476) y Morat (1477) por la

infantería suiza sin ofrecer mucha resistencia. Nadie pretende que un suizo tuviera mejor armadura que un caballero, pero a pie era mucho más ágil. En la última batalla de la guerra de las Dos Rosas cerca de Stoke (1487), unos 2.000 lansquenetes y suizos casi consiguieron una victoria parecida contra fuerzas de arqueros y hombres de armas bastantes superiores. Sin embargo, los ingleses todavía gozaban del esplendor de sus grandes victorias, y estaban seguros que cada uno de ellos valía como mínimo por 20 franceses. Cuando Enrique VIII trató repetir sus fulgurantes victorias en su invasión a Francia en 1544, tuvo que comprobar que sólo con sus legendarios arqueros no podría conseguir nada, sino que debía reclutar a miles de lansquenetes, arcabuceros españoles y mercenarios de otros muchos países. Su hija Isabel I actuó en consecuencia y, por decreto, excluyó al arco del reclutamiento. No obstante la discusión sobre sus ventajas y desventajas continuó en Inglaterra hasta el final del siglo. En 1590 un defensor del arcabuz escribió que quizás las flechas asustaban más a los caballos, pero que los hombres se asustaban de las balas.

Caballeros y arqueros de Borgoña, siglo XV

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