El tiro con arco alcanzó rango olímpico en París, en 1900, aunque la inexistencia entonces de un organismo internacional que estableciera un reglamento único explica la supresión de este deporte del programa olímpico.
La primera vez que el tiro con arco apareció en unas Olimpiadas fue en París, en 1900, como homenaje al guerrero mítico Hércules, al que se consideraba el primer arquero de la Historia.
En los Juegos Olímpicos de San Luis (1904) y los de Inglaterra (1908) se tomaron en serio esta modalidad, aunque luego cayó en el olvido. Tuvieron una representación fugaz en Bélgica (1920) aunque aún tendrían que pasar otros 52 años hasta que el tiro con arco se consolidase como deporte olímpico.
El problema existente con las primeras competiciones de tiro con arco era que no había unas reglas universales. Si el país encargado de realizar los Juegos Olímpicos tenía asociaciones de arqueros, entonces ese año sí que existía esta modalidad. Por eso, cuando los Juegos Olímpicos recaían en algún país sin tradición arquera, en esos Juegos no se disputaban la prueba de tiro.
En 1931 siete naciones fundaron la Federación Internacional de Tiro con Arco (FITA), que ese mismo año solicitó al Comité Olímpico Internacional (COI) su vuelta a los Juegos Olímpicos, que no se produjo hasta Munich 1972. En Barcelona 1992 el equipo español conquistó el oro por equipos.
El tiro con arco es, sobre todo, un deporte de precisión, por lo que en principio su práctica requiere una gran capacidad de concentración, pero también una correcta preparación física. En un torneo olímpico el arquero recorre durante sus desplazamientos a la diana una distancia aproximada de diez kilómetros y según datos de la FITA el tirador desarrolla un esfuerzo similar a ocho o nueve toneladas de tensión sobre el arco al lanzar las 300 flechas que utiliza durante los dos días que dura la competición.
El campo de tiro en el que se realizan las competiciones internacionales es una superficie plana, preferentemente de hierba, en la que se marca la línea de tiro desde donde se realizan los lanzamientos. Por delante de ésta se trazan unas líneas paralelas a las distancias de 30, 50, 70 y 90 metros en modalidad masculina, y a 30, 50, 60 y 70 metros en la femenina. En ellas se indican los puntos sobre los que se colocarán los centros de las dianas.
Gracias a este movimiento, se consiguió aumentar el interés del público de todo el mundo por el tiro con arco y en 1972 reapareció definitivamente como modalidad olímpica.
Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona’92, el equipo español de tiro con arco se apuntó un histórico e inesperado oro en la final masculina. El conjunto estaba formado por Antonio Vázquez Megido, Juan Carlos Holgado y Alfonso Menéndez, quienes se impusieron a Finlandia, uno de los equipos favoritos, por un ajustado 238-236. La final fue de infarto. En la primera serie los españoles lograron un 81-73 y en la segunda un empate a 81, sin embargo en la tercera los finlandeses recortaron las diferencias. Para conseguir la victoria Vázquez debía alcanzar la zona 9 con su última flecha, lo cual consiguió.