Una de las pocas batallas en suelo español en las que se empleó esta arma.
La batalla de Nájera demuestra —una vez más— la superioridad de los arqueros ingleses armados con sus temibles longbows contra cualquier clase de fuerza que se les enfrentara. La singularidad de esta batalla fue que, por primera vez, tuvieron que enfrentarse a la caballería ligera, contra la cual se mostraron tan mortíferos y eficientes como siempre. Lamentablemente para los franceses, sus estrategas no aprenderían esta sangrienta lección hasta casi un siglo más tarde, y la insistencia en atacar frontalmente a los arqueros costaría todavía a Francia miles de muertos.
La mayor parte de los jefes de Enrique fueron capturados por los ingleses en Nájera, quienes los retuvieron para salvar sus vidas de la venganza de Pedro el Cruel. Aunque se suponía que Enrique había muerto, en realidad el medio hermano del rey había conseguido atravesar de nuevo el macizo pirenaico y llegar a Francia.
Como consecuencia de Nájera, Pedro I consiguió recuperar el trono de Castilla, y a continuación sometió el país a un enorme baño de sangre, con el cual se vengó de todos aquellos que habían apoyado a su hermano. Asimismo, se vio enfrentado a Eduardo de Lancaster, quien deseaba cobrarle una gran suma por la ayuda militar que le había prestado. Al no recibir el dinero que se le adeudaba, el inglés comenzó a negociar secretamente el reparto del territorio castellano entre Inglaterra, Aragón, Navarra y Portugal, retornando luego a sus ocupaciones en Aquitania.
Mientras todo esto sucedía, Enrique de Trastámara consiguió reunir por segunda vez un numeroso ejército francés y nuevamente cruzó las montañas para invadir Castilla. Esta segunda invasión culminaría en la Batalla de Montiel dos años más tarde, donde Pedro sería derrotado y luego asesinado por el propio Enrique.
Luego de la muerte de Pedro el Cruel, Enrique fue coronado bajo el nombre de Enrique II de Castilla y debió guerrear una vez más contra los ingleses, en esta oportunidad para recuperar los territorios ocupados como fianza por la ayuda prestada a Pedro: el golfo de Vizcaya.
El drama castellano en la Guerra de los Cien Años no culminaría aquí: aún los descendientes de Enrique tuvieron que enfrentarse de nuevo a los ingleses en varias batallas, como la de La Rochelle, entre 1372 y 1419.
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