Cuando se coge un arco por primera vez para disparar una flecha, sin darnos cuenta estamos realizando una actividad con casi 25.000 años de antigüedad. Esta actividad se remonta al Paleolítico: pinturas rupestres representan escenas de caza, lo que demuestra que el arco tuvo un marcado carácter utilitario en esta época.
Algunas autoridades fechan el origen del tiro con arco unos 25.000 años antes de la era moderna coincidiendo con el Hombre de Cromagnon: Su aparición ocurre hace 32.000 o 30.000 años atrás, en Europa y en Asia. Este ser, un Homo Sapiens en todo el sentido de la palabra, cazó con tácticas de mayor inteligencia fabricó armas mucho más elaboradas y mortíferas que sus antecesores y nos dejó un testimonio gráfico invaluable sobre sus hábitos y sus creencias. Las cuevas donde habitó muestran en sus paredes de roca, dibujos maravillosos sobre este hombre cazando animales de gran envergadura con arcos y flechas. A partir de ese momento de la Prehistoria puede decirse que se usó el arco por primera vez.
El hombre de Cromañón dejó constancia de su forma de vivir y cazar en las cuevas que le servían de hogar, decorando las paredes con fragmentos de su vida diaria.
Por fortuna, estas pinturas han llegado hasta nuestros días (algunas mejor que otras debido a la gente que las visita y que no las respeta a pesar de representar una parte importante de la historia) y en muchas de ellas se observa como un hombre empuña un arco y una flecha, dispuesto a dar caza a su presa, que por norma suele tratarse de un ciervo.
Esto es admirable considerando que el hombre primitivo tuvo que hacer muchas pruebas antes de obtener un arco que le sirviera para la caza, probar varios tipos de madera hasta dar con el idóneo, y de seguro que rompería muchos arcos antes de dar con uno que resistiera la tensión necesaria para impulsar la flecha.
El hombre no creía poder igualar la fuerza de los animales más grandes, o la velocidad de muchas especies más pequeñas. Necesitaba algún otro método aparte de sus propios músculos, relativamente poco potentes, para disparar proyectiles que le sirvieron como arma.
Cuando nuestros ancestros cazaban con lanzas, debían exponerse en mayor medida al contacto con la presa, lo cual frecuentemente acababa con algún cazador herido o incluso muerto. Además, incluso con animales no peligrosos, el movimiento de aproximación y la brusca secuencia de movimientos para lanzar el proyectil alertaba a la pieza al revelar la posición del cazador.
Pronto se percata de que cazadores con los brazos más largos pueden lanzar más lejos ese palo afilado, y que tienen un mayor éxito en la caza.
Así que se trata de imprimir una mayor potencia al proyectil. Si el brazo es corto, alarguémoslo. De esta manera, nace el propulsor, el cual servía para dar mayor potencia y velocidad a la lanza, la cuál se empezó a dotar de plumas que estabilizasen un poco su vuelo, asemejándose desde ese momento a una gran flecha.
El hecho de que la fuerza de empuje se aplicase en la base de la lanza posibilitó que con menos fuerza, la lanza volase mejor y mas lejos.
La solución estaba en la energía mecánica, lo que constituyó una revolu
ción tan grande en el armamento como el descubrimiento de la capacidad ofensiva de la piedra.
Propulsor de azagayas, tambien llamado Atlatl
La primera ayuda mecánica de la que se valió el hombre fue el atlatl lanzador, que aún se usa entre los aborígenes australianos.
Consiste en un trozo de madera con una hendidura en la que descansa la lanza, con un extremo posterior apoyado en un sólido bloque situado detrás de la hendidura; el hombre aferra el lanzador por la
parte delantera y, cuando lanza el arma, el lanzador se convierte en una extensión de su brazo, con lo que consecuentemente, se imparte mayor aceleración al proyectil.
Según Wikipedia, una azagaya es un arma arrojadiza, primitiva y ligera, que puede ser lanzada a mano o bien con la ayuda de un propulsor, y que por lo general, tiene la punta hecha de asta de cérvido, un ástil de madera y un emplumado estabilizador en la parte trasera, al igual que las flechas. Dado que lo normal es hallar tan sólo las puntas debido a la degradación de la madera con el tiempo, la palabra «azagaya» suele ser empleada por los arqueólogos tanto para referirse al objeto completo como únicamente a la punta hallada
Los pobladores americanos prehistóricos hicieron un amplio uso de propulsores en sustitución del lanzamiento de jabalinas a mano, lo cual, seguramente aceleró la extinción de los grandes mamíferos cenozoicos americanos. Tiempo después, el propulsor
El hecho, es que en el momento de la llegada de los conquistadoes españoles al Nuevo Mundo, este artilugio era usado por indigenas de las zonas que actualmente ocupan Perú, Colombia y , principalmente, Centroamérica . En lengua náhuatl se le llamó atlatl, y en español también se conoce como lanzadardos o estólica. En manos expertas se convertía en un arma temible, tal y como pudieron comprobar los soldados españoles que desembarcaron con Cortes a la conquista de nuevas tierras para la corona española. Es de notar, que los indios Méxica usaban propulsores para dardos, llamados tlacochtli , no más grandes que una flecha, sin por ello perder efectividad.
Lanzador , Parque arqueologico de Atapuerca (Burgos)
Luego vino el arco. Al principio era un simple trozo de madera flexible doblado mediante un pedazo de tripa atado a ambos extremos: un arma muy simple, pero que podía disparar lo que en realidad era una lanza en miniatura a muchas veces la distancia que un hombre podía alcanzar con una lanza propiamente dicha, incluso con la ayuda de un lanzador.
El arco probablemente se inventó para usarse en la caza y luego fue adoptado como instrumento de guerra. Fue una de las primeras muestras de artillería. Los arcos finalmente terminaron sustituyendo el átlatl como sistema predominante de lanzamiento de proyectiles.
Los siguientes milenios de la edad de piedra, hasta el advenimiento de la edad de bronce en el área del mediterráneo, hacia el año 3.500 A.C., no produjeron novedades de importancia en lo que a armamento se refiere, pero fueron testigos de la mejora gradual de las armas ya existentes
Este periodo constituye la primera etapa de la edad de piedra,denominada así porque lo que se conoce de ella se debe a los