Aún así, hubo un pueblo contra los Persas no pudieron, otros grandes arqueros que eran entrenados desde pequeños en el arte ecuestre y en el uso del arco, y cuya arma portaban siempre encima, por lo que se les terminó conociendo como los Hombres Arcos.
Estamos hablando de los Escitas, seminómadas que habitaron Asia Central, hoy territorio parte de Ucrania y Rusia.y que tuvieron su primera aparición en la historia tras una alianza con los asirios en el siglo VII a.C.
El arco que utilizaban los Escitas era un arco de doble curva, este último relativamente corto ya que no tenía los “syhias” (largos brazos tensores de palanca) que aparecieron en los arcos de los pueblos posteriores. Pero eso no quitaba que no aterrorizasen a sus enemigos con las lluvias de flecha con puntas de bronce que lanzaban cuando las filas enemigas comenzaban a desorganizarse.
La historia de la arquería no estaría completa sin la mención a este pueblo. A estos formidables guerreros se les conocía como los Hombres Arco ya que jamás se separaban de ellos así como tampoco de sus lanzas, armas que manejaban a la perfección. Fueron otro pueblo de jinetes arqueros que dejó huellas de su existencia ; el arco Escita, se reconstruye como réplica hoy en día. Los Persas no pudieron derrotarlos tras varios intentos de conquistar el territorio del Mar Negro donde vivía el pueblo Escita. Usaban el caballo a la perfección y con el uso de este animal y el arco, hacían de la caballería un arma letal. Para lograr su maestría en la guerra, se entrenaban desde niños en lo ecuestre y en el dominio del arco composite.
Uno de los mitos sobre el origen de los escitas nos dice que eran descendientes de Escita, hijo de Hércules y de un monstruo, mitad mujer mitad serpiente, que habitaba cerca del mar Negro. Los escitas fueron considerados por sus enemigos(asirios, griegos y romanos principalmente) como los más salvajes y sanguinarios guerreros de la época, se ganaron a pulso esa reputación pues, por mencionar algunos ejemplos tomaban la sangre de sus víctimas, las despojaban de su piel y con ella elaboraban vestimentas, se adornaban con pieles y cabezas humanas como trofeos, con la piel de la mano derecha
cubrían el carcaj (la clásica bolsita para flechas de los arqueros) y destinaban la piel del tronco para confeccionar estandartes.
La piel de la mano derecha era usada para adornar los carcaj.
Incluso cabalgando tenían una sorprendente habilidad para disparar, sus monturas no tenían estribos pero eran sumamente hábiles para mantener el equilibrio sobre el animal. Utilizaban además del arco y la flecha,una espada de hoja recta de bronce o de hierro, y un escudo de cuero reforzado con placas metálicas. Esto les permitió desplegar devastadoras maniobras de gran movilidad, exhibiendo inteligentes tácticas, resultado de generaciones de combates a caballo. Los escitas nacían, crecían, se alimentaban y morían sobre el caballo, incluso después de morir los escitas de estatus social alto sacrificaban hasta 100 caballos para llevarlos consigo al “Más Álla”. Sin embargo, eso de andar siempre a caballo les trajo problemas de impotencia y esterilidad.
En sus hazañas se dice que inclusive Dario I, rey de los persas, en el 514 a.C. intentó conquistar este reino, al mando de 700000 hombres cruzando el Danubio hacia las estepas actualmente ucranianas, pero sin lograr quebrantar a los escitas, quienes aterrorizaron a los persas mediante lluvias de flechas y atacándolos ferozmente a caballo. Su momento cumbre fue durante el siglo VII a.C., cuando invadieron a Siria, Palestina y llegaron a Egipto, donde el faraón detuvo su avance mediante el pago de un tributo. Después, para el año 339 a.C. los escitas fueron vencidos por Alejandro Magno y desaparecieron de la historia de forma enigmática.
Dado que desconocían la escritura, no se cuenta con documentos escitas, pero se los reconoce históricamente por las descripciones hechas por Heródoto, Hipócrates y otros.
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