En el extremo sur, ocupados hoy por los territorios de Argentina, Chile y Uruguay el arco fue un elemento común, con las variaciones lógicas pa
ra su construcción y uso según
fuera en las zonas subtropicales o en los ventosos y fríos desiertos patagónicos.
Las grandes civilizaciones mesoamericanas, Los Mayas y Aztecas, usaron el arco en sus ejércitos. Eran arcos simples y las flechas llevaban puntas de pedernal u obsidiana, aunque parece que preferían la lanzadera o atlatl, que es una palabra de origen nahua, para arrojar dardos.
Los Incas tuvieron un cuerpo de elite, de guerreros que usaban arco y flecha y que eran proporcionados por los Ashanincas. Tanto los Ashanincas como también los Matsiguengas son hasta ahora conocidos por sus arcos y flechas y sus mitos. Aún ahora cazan, pescan y se defienden utilizando sus arcos y flechas.
El arco en Méjico es mencionado ya desde las
antiguas leyendas que nos hablan de la creación del sol y la luna, en la que se juntan los dioses en la pirámide del sol en Teotihuacan, y deciden crear un sol para los hombres, debiéndose para ello, sacrificar un dios, en esto se ofrece el más feo de ellos, sin embargo el que se considera más bello piensa que el debe tener ese honor por lo que le dicen que solo se tiene que arrojar desde la pirámide a una enorme hoguera, a este le da miedo y se arrepiente por lo que el otro dios sin dudarlo se avienta, aparentemente más insignificante, avergonzado el primer dios se sacrifica
también, así nacen dos soles, a uno de los cuales, por ser cobarde, le es arrojado un conejo el que solo lo opaca, para tirarle después una flecha que lo envía a la noche. También existen leyendas como la del príncipe Dzahuindanda, en Oaxaca, que le tira un flechazo al sol.
Existieron también en México pueblos que se distinguieron como buenos arqueros como los Mayas, Olmecas y Nahuatls. Entre estos destacan personajes como Netzahualcoyotl, Moctezuma Ilhuicamina (El flechador del cielo), el cual se gano su nombre al permanecer solo toda una noche con su arco templado para evitar una posible invasión tlaxcalteca hasta que llegaran refuerzos, y los últimos Reyes aztecas, Cuitláhuac y Cuauhtémoc.
Durante la conquista los aztecas demostraron su habilidad con el arco en la batalla de la Noche triste, donde derrotaron a los bien armados españoles y sus aliados. Después de la conquista y debido a una proclama real, en el que se prohibía a los naturales el uso de artículos que pudieran servir como arma contra los españoles, el arco tendió a desaparecer de México y Sudamérica habiéndose utilizado solo por pueblos bastante apartados como medio de subsistencia, sobre todo al norte del país el cual aún era desconocido.
Las primeras expediciones al norte de la Nueva España son realizadas por ejércitos formados por unos cuantos soldados, (ya que los soldados de Cortés se rehusaron a ir ya que habían padecido la guerra de conquista), de voluntarios y expresidiarios que, antes de pelear, prefieren realizar pactos con los todas las tribus que se encontraron a su paso, razón por la cual el arco no desaparece en dichas zonas.
Para la cacería usaban arcos muy largos con diversos tipo de flechas ya sea para animales grandes (punta de madera de forma aserrada) o para las aves, con punta de madera roma.
El Dr.Oscar Palacios que ha trabajado en el norte de Patagonia estima en 2.200 años la antigüedad del arco y flecha en dicha zona
.
Una bella leyenda de los Aonikenk o Tehuelches dice que Elal creó el mundo y que un cisne lo trajo hasta la Patagonia depositándolo en la cumbre del Chaltén. Elal inventó el fuego, el arco y la flecha. Hizo dos figuras de arcilla: un hombre y una mujer, los primeros seres humanos, también creó a los pájaros y las bestias.
Usaron el arco y la flecha hasta que, con la llegada de los españoles, que los llamaron “patagones” por su gran tamaño y fortaleza física, adoptaron el caballo traído por estos.
Convertidos en extraordinarios jinetes perdieron el hábito de cazar y hacer la guerra con el arco para suplantarlo por las boleadoras y la lanza.
Los Selknam, también llamados Onas habitaron la Isla Grande de Tierra del Fuego.
Fueron grandes arqueros. Su pequeño arco estaba construido con madera de ñire, lenga o maitén y las flechas se fabricaban con madera de calafate y pluma de cauquén con puntas de piedra.
Los Mapuches o araucanos llaman al arco: Chemfelwe o Chufülwe: y el Pülkitun es un ejercicio de arquería comprendido como un arte marcial que completaba la educación del guerrero. Este pueblo originario de Chile tenía tres componentes principales; los Picunches (norte), Mapuches (centro) y Huiliches (sur) con una unidad lingüística y cultural. En forma lenta pero continua fueron pasando desde Chile hasta ocupar y dominar a las dispersas tribus tehuelches.
En el Diccionario Español Mapuche (Erize) hallamos una hermosa descripción de los arcos y flechas de la época precolombina en el cono sur del continente americano.
Gran parte del pueblo Mapuche construía sus arcos con Colihue, que es una caña maciza, muy flexible y resistente. Las cuerdas las hacían con largos y finos tientos de cuero sobado, intestinos y nervios de animales, todos retorcidos prolijamente formando un cordel apropiado para tensar el arco.
Para las flechas usaban ramas delgadas y rectas de las mismas cañas. Las puntas las tallaban en distintos tipos de piedras y a veces en hueso. Aún hoy se encuentran diseminadas en los vastos desiertos patagónicos. Había flechas triangulares de base recta o curva y otras con pedúnculo en forma de cabeza de serpiente. Algunas con bordes perfectamente simétricos y otras dentadas y con bordes muy afilados, con una arista hacia la parte anterior que favorecía la penetración.
Las dimensiones variaban entre cincuenta y noventa milímetros de largo, doce a veinte de ancho y tres a nueve de espesor.
Las tribus de la costa buscaban minerales de diversos tipos como la leucita veteada, la venturita rojiza, la sardónice, el cuarzo lechoso o transparente, el sílex, el vidrio volcánico mate o brillante y en algunos casos una piedra semipreciosa como la amatista.
Las tribus de las colinas y llanuras se procuraban sus materiales para la construcción de puntas al borde de los ríos y en los flancos de las elevaciones donde hallaban cuarzo, basalto y sílex.
El astil medía unos ochenta centímetros y las puntas se fijaban solidamente mediante finísimos tientos de piel de guanaco entrecruzados.
Para confeccionar los timones usaban dos largas y estrechas plumas de loro que le aportaban un toque de color.
En tiempos de paz usaban el arco para la caza y la pesca. En la guerra colocaban venenos en las puntas hechos con jugos de planta u otras sustancias tóxicas (House). Sobre este aspecto es preciso recordar que cuando Villagran atravesó los Andes viniendo de Chile por el paso de Villarrica en 1553, al llegar al río Negro, en territorio de lo que hoy es la República Argentina fue atacado por los indios. En el combate perdió a dos de sus soldados debido al veneno de las flechas de los aborígenes.
San Martín escribe que el arco y las flechas en esas regiones son anteriores a los tiempos de la conquista española, y que cuando los nativos conocieron el caballo cambiaron el arco por la lanza.
No se hallan crónicas posteriores a 1650 que mencionen el arco en las tribus Puelches después de esa fecha, aunque hay constancias dejadas por Álvarez de Toledo que estos indios eran excelentes arqueros en cuando se encontraron con los primeros españoles que pasaron al oriente de los Andes desde Chile.
Los arqueros del pueblo Mapuche en general eran eximios tiradores hasta esa época y tiraban desde distintas posiciones haciendo blanco a cien metros de distancia.
En los tiempos anteriores a la conquista esas mismas tribus enviaban un mensajero con una pequeña flecha cuando había un alzamiento y estaban en pie de guerra. Si la otra tribu la aceptaba era señal que adhería a la sublevación, si la rechazaba significaba que la respuesta era negativa.
Con el caballo todo cambió y es muy interesante destacar que sucedió lo contrario que en el norte de América donde los indios montados en sus caballos, incrementaron y perfeccionaron el arco para la caza y la guerra.
En las planicies pampeanas y los desiertos patagónicos se cambió el arco por las lanzas y las boleadoras de dos o tres piedras. Estas fueron las armas que, junto a la extraordinaria habilidad como jinetes, convirtió a estos pueblos en guerreros invencibles hasta la llegada de los ejércitos de Roca.
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